Una al día, ya he hecho 200 grullas. Se dice rápido, pero más rápido se ha pasado el tiempo, creedme. Empecé en febrero y de repente estamos a finales de agosto. Tempus fugit. A veces con estas cosas pienso eso de que no hay que perder el tiempo, que hay que vivir el momento y disfrutar cada segundo, pero…
¿Te has fijado en todo el tiempo que perdemos para hacer eso de “vivir el momento”? Esperamos dos horas en un aeropuerto para coger un avión y luego 8 horas de vuelo. Perfecto.
A mi me agobia perder el tiempo. No soy hiperactiva, pero no puedo verme quieta. A veces incluso me cuesta hacer una sóla cosa a la vez. Así que perder el tiempo en desplazamientos, que es algo que se plantea con anterioridad o al menos se sabe que sucederá… me quita la vida. No solo tengo que luchar contra el estrés de planear viajar sino que además tengo que hacerlo sabiendo que perderé tiempo al hacerlo mientras ya estoy perdiendo tiempo cuando lo pienso… Vamos, que se me pasa el tiempo mientras pienso que pasa el tiempo pero ya está pasando el tiempo cuando lo pienso y al pensarlo ya ha pasado el tiempo.
Pero que el tiempo vuele tiene un lado positivo, amigo: igual que lo bueno pasa, lo malo también pasará, por lo que ayer lloraste, mañana te dará igual, sea para bien o para mal. Hagas lo que hagas el tiempo pasa, si no lo pierdes hoy, lo perderás mañana y fin del drama.
No creo que haya que “vivir el momento”, hay que “vivir la vida” y toda la vida es el tiempo que tenemos para vivirla.
Llevo como una hora para escribir este texto que leeréis en menos de un minuto y medio… así es el tiempo. Cuando doblé la primera grulla pensé que nunca llegaría este día… y de hecho “este día” fue ayer, hoy acabo de publicar la 201.