No puedo creerme que haya pasa un año desde que empecé a hacer grullas. Y no sólo por el tiempo, que se me ha hecho demasiado corto, sino por todo lo que he cambiado yo en este tiempo.
Cuando comencé a hacer grullas era simplemente un proyecto personal para trabajar la constancia, una virtud que creía no tener. Mi confianza en mi misma era tan baja que presuponía que no llegaría ni siquiera a hacer 100 grullas. Decidí hacerme una cuenta de Instagram para intentar sentir algo de “presión social” que me obligara a hacer una grulla cada día. Y el resto de la historia se podría resumir en que… estamos aquí, 365 grullas y días más tarde.
He dicho “constancia, una virtud que creía no tener”, porque creo que después de un año haciendo grullas puedo decir que puedo ser constante y que, de hecho lo soy. Hacer grullas de origami me ha hecho mejor persona. Y no sólo por ser ahora más constante. He aprendido mucho, tanto, que no sé si seré capaz de explicarlo en este blog.
He aprendido a ser sincera conmigo misma. No es que antes no lo fuera, pero me autoengañaba. Nunca me habría definido como una persona derrotista, pero… ¿qué tipo de persona es una que empieza un proyecto de 1000 grullas de origami presuponiendo que no llegará al centenar? Sí, sí era derrotista. Claro que lo era, aunque no lo viera. Así que hacer grullas de origami me ha enseñado a darme cuenta realmente de cómo soy. Quizá ésto no me haga cambiar como persona, pero sí me hace cambiar de perspectiva en muchos aspectos, y, aprender a ser sincero con uno mismo, siempre es bueno.
Sé que no puedo alardear de tener un largo historial de creaciones, productos ni tutoriales. Sé que acabo de empezar a hacerlos. Pero mi actitud ha cambiado. En sus inicios, mi cuenta de Instagram era una excusa para obligarme a mantenerme constante. Ahora es un motivo para ser creativa, para trabajar, para esforzarme cada día más, para hacerlo mejor y, claro que sí, ser también un poco mejor persona.
Gracias a la cuenta de Instagram también he conocido a nuevas personas, conocido mejor a otras que ya conocía y he dejado que me conozcan un poco mejor. Y esto es bueno, ¿no? A mí me parece que sí, porque en realidad… me hace feliz. Me hace feliz cuando una amiga me pide que le ayude a hacer una manualidad para regalarle a la persona que quiere, me hace feliz cuando alguien me pide un consejo para algún proyecto. Me hacéis feliz. Adoro la sonrisa que se os escapa cuando queréis pedirme un favor y no quedar como “interesados”. Y también adoro la sonrisa sincera cuando os digo que os ayudaré. Pero aún me gusta más cuando sonreís después de haber terminado algún proyecto y ver que lo habéis hecho vosotros. Sois personas adorables y me hacéis feliz.
Creo que es por eso por lo que he empezado a publicar tutoriales y DIY… Quiero que sonriáis todos. Lo único malo es que no puedo ver si sonreís o no, pero cuando comentáis con emojis de sonrisas y corazones, yo imagino que sí. Y eso me hace feliz. Así que gracias a todos por estar ahí. A los que conozco más y a los que conozco menos. A los que sólo me siguen como artista, pero también los que me siguen como persona. A los que sólo vienen a leer el blog, como a los que sólo vienen a mirar los tutoriales, como a los que solo vienen a mirar mis redes sociales. A todos, porque me hacéis querer hacerlo cada día mejor y con eso me hacéis mejor persona a mi.
Creedme que he aprendido mucho en este año gracias a vosotros y a la retroalimentación recibida. Dedicación, constancia, trabajo, disciplina… podría enumerar muchas y aún así me dejaría muchas sin decir, y tampoco quiero aburriros. Este año ha sido muy intenso para mí y os aseguro que ha sido gracias a vosotros y a vuestro apoyo.
Gracias por estos 365 días, espero seguiros viendo y seguir creciendo con vosotros.